Durante el pasado mes de noviembre, se firmaba en la región de Asia-Pacífico el mayor acuerdo de libre comercio internacional del mundo. Conocido como RCEP por sus siglas en inglés (Regional Comprehensive Economic Partnership) este gran acuerdo fue tomando forma bajo el patrocinio de China y aspira a sentar las bases del mayor bloque comercial del planeta, cubriendo un mercado gigantesco de 2.200 millones de personas y abarcando nada menos que un tercio de la economía mundial, incluyendo a potencias y bloques como la propia China, Japón, Australia, Nueva Zelanda, los países ASEAN, etc.
Cuando concluye 2020, ofrecemos en este artículo una panorámica sobre este acuerdo y aventuramos algunas perspectivas de lo que, de consolidarse, podría llegar a ofrecernos en el futuro.
El origen: una alternativa al TPP
La Administración Obama trazó una política hacia Asia-Pacífico que mezclaba cooperación en lo económico y contención estratégica con China. En este marco, desde la Casa Blanca se impulsó El TPP (Trans-Pacific Partnership) un acuerdo de libre comercio elaborado entre diferentes naciones a ambos lados del Pacífico, tanto en las Américas como en la región Asia-Pacífico, incluyendo a países como EEUU, Canadá, Chile o México en las Américas o Singapur, Nueva Zelanda, Australia o Japón en Asia, junto a otros. Es el primer antecedente claro al RCEP como gran acuerdo comercial en el Pacífico, pero cayó en desgracia en su forma original cuando Estados Unidos decidió retirarse del mismo en el año 2016 tras la victoria electoral de Donald Trump. El acuerdo después fue reajustado para su firma por el resto de socios y hoy sobrevive bajo la denominación TPP-11, tras haber eliminado una parte sustancial de las disposiciones incluidas -en los ámbitos de inversiones, propiedad intelectual y contratación pública- por interés de Estados Unidos.
La salida de Estados Unidos del TPP fue aprovechada por China para impulsar las negociaciones del RCEP (iniciadas en 2012) configurándose así como una alternativa al TPP protagonizada por los Estados de la región y, consecuentemente, más cohesionadora y favorecedora de los intereses económicos regionales. No se debe perder de vista, en aras de comprender la influencia que puede tener este acuerdo a nivel mundial, el impacto geopolítico que esta secuencia de acontecimientos -desde la retirada de EEUU del TPP hasta la firma del RCEP- puede tener en la redistribución de influencia política y comercial en la región. Sin duda, una de las consecuencias de las políticas aislacionistas de Donald Trump, ha sido un vacío en la región de Asia-Pacífico que China ha estado encantada de llenar mediante, entre otras cosas, el impulso de este proyecto, el cual se ha leído como una fase más del declive de los EEUU como potencia hegemónica y del movimiento del foco de poder económico mundial a Asia. No obstante, merece ser prudente sobre todo lo relacionado con la “decadencia de EEUU”: el poder duro sigue siendo mucho poder y la inestabilidad regional posibilita a la Casa Blanca otorgarse el rol de árbitro y garante de la paz. Por otro lado, no debe olvidarse, que junto a las empresas unicornio existen en China -y en toda la región de Asia-Pacífico- importantes bolsas de subdesarrollo y pobreza. Cabe subrayar -sin embargo- que, con la sustitución del TPP por el RCEP, EEUU perderá el privilegio de que los estados del Pacífico produzcan bajo su estándares norteamericanos. Un autogol de Trump del que está por ver si la Administración Biden podrá recuperarse.
El RCEP y sus objetivos.
Previamente a su firma en el año 2020, el RCEP pasó por un proceso de negociación de 8 años e incluye a catorce países: China, Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Brunei, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Tailandia y Vietnam. Como señalamos en el preámbulo de este artículo, el acuerdo viene a cubrir un mercado de más de dos mil millones de personas que representan un tercio de la economía mundial. La ausencia más destacada de este acuerdo es India, que decidió no firmar este acuerdo como una medida proteccionista de su sector agrícola.
El RCEP, como la mayoría de acuerdos de este tipo, busca el crecimiento económico conjunto de la región mediante la rebaja de aranceles y facilidades a la exportación e importación de todo tipo de productos y bienes entre países de dentro del bloque firmante, pudiendo beneficiar principalmente a los países de ASEAN. Aún con todo, lo que se busca es una mayor eficiencia financiera, conjuntando las distintas fortalezas de estas naciones en la producción tecnológica, agraria, etc.
Pero, como es evidente, no se puede desligar este acuerdo comercial del presente que vive el planeta, y es que también el RCEP es visto en muchas partes de Asia como una gran oportunidad para reactivar sus economías tras el azote de la crisis provocada por la pandemia del coronavirus. Conviene remarcar que, la emergencia sanitaria, ha regionalizado la economía incrementando los intercambios entre las distintas economías asiáticas.
Resumiendo, podríamos decir que los objetivos más relevantes que pone el RCEP sobre la mesa son los siguientes:
- Reducir tarifas de arancel entre los países miembro para evitar políticas proteccionistas y favorecer la libre circulación de mercancías.
- Crear el marco legal en sus respectivos países para armonizar y unificar los criterios de denominación de origen de los productos a intercambiar para favorecer la creación de un estándar de calidad más unificado que permita, por otro lado, el aumento de inversiones en los países productores.
- Integrar y fortalecer las cadenas de distribución a nivel regional para evitar o reducir los riesgos que se puedan derivar de la guerra comercial entre China y EEUU.
¿Qué oportunidades puede traer a nuestras empresas?
Es muy pronto para pronosticar qué efectos positivos puede provocar este acuerdo comercial en empresas y agentes de países no firmantes. Especialmente, habrá que estar atentos a las nuevas políticas de la Administración Biden para la región y su influencia en las relaciones entre los signatarios de este acuerdo. Conviene tener presente que este acuerdo reúne las economías de China, Japón y Corea del Sur, Estados que mantienen unas relación difícil. No obstante, si se cumplen las proyecciones en números de exportación e importación dentro del bloque, con el consiguiente crecimiento económico consolidación del desarrollo en los países ASEAN, desde luego estaríamos ante una gran oportunidad para crecer en la región y beneficiarnos de todo ello. Por ahora, pensamos que la libre circulación de mercancía entre países del bloque, toda vez el acuerdo entre en vigor en la legislación de cada país, puede reportarnos evidentes beneficios una vez que nuestro negocio o empresa ya se encuentre en actividad en uno de los países miembros y busque la expansión dentro del bloque. Este tipo de acuerdos refuerza las decisiones estratégicas conducentes a la implantación.
Podemos aseverar que cualquier contexto que propicie la libre circulación de mercancías en una región es sin duda una buena noticia que puede darnos oportunidades muy valiosas en el futuro y optimizar nuestras estrategias de entrada/permanencia en la región. Convendrá estar atentos a la evolución económica, política y diplomática durante los próximos años tras la firma del acuerdo y, desde luego, al fortalecimiento económico y geopolítico que puede suponer el RCEP tanto a la República Popular China como, por vía indirecta, a Taiwán. La cohesión económica y la apertura de mecanismos para la expansión de los mercados regionales hará del Mundo Chino un mercado mucho más completo y atractivo si cabe, abriendo un abanico de oportunidades que irán mucho más allá de la sinosfera pero que, igualmente, pueden complicar el acceso a quienes operen sin presencia en la misma.
*Por Antonio Fernández Palomares y Andrés Herrera-Feligreras, consultores de Herrera Zhang.
Este artículo fue originalmente escrito para el Blog del Plan Internacional de Navarra.