Por Andrés Herrera-Feligreras, socio director de Herrera Zhang Consultants
Recientemente en un encuentro organizado por Madrid Network, la red de innovación de la Comunidad de Madrid, pude compartir junto a un nutrido grupo de empresarios, directivos y profesionales de diversos sectores de la economía madrileña, una serie de reflexiones sobre la reemergencia de China y las oportunidades (pero también amenazas) que constituye para las empresas españolas. Algunos de los asistentes sugirieron que podría ser útil ponerlas negro sobre blanco y, aunque no es posible reproducir la totalidad de las ideas expuestas en aquella ocasión, esta ventana que me ceden los amigos de Navarra Capital permite subrayar dos aspectos básicos que toda empresa o institución deben tener en lo tocante a China: el concepto de “nueva frontera” y la necesidad de un “plan china” con independencia de que vaya a llevar su empresa por aquellos territorios.
Las relaciones con el Mundo Chino para las empresas e instituciones españolas no son fáciles. No lo son porque no hemos tenido experiencia histórica, política y comercial reciente en Asia Oriental y porque las transformaciones que se dan en aquellas latitudes -y muy particularmente en la República Popular China (RPCh)- se suceden más deprisa que lo que nuestra política exterior o la cultura de nuestras organizaciones son capaces de digerir. De hecho, uno de los graves problemas que tiene España es que, salvo contadas excepciones, los decisores públicos y privados no entienden bien lo que supone el regreso del eje del poder mundial a Océano Pacífico, un proceso histórico que estamos viviendo y que tiene mucho que ver con la vuelta de China al lugar preponderante que ocupó durante siglos en términos de aportación al PIB mundial.
Desde comienzos del siglo XXI existe un esfuerzo, protagonizado por diversos actores y en ocasiones no suficientemente coordinado, para que instituciones públicas y empresas españolas estén más presentes en Asia y, especialmente, en China. Se avanza pero, tal y como se reconoce oficialmente, no lo suficiente. Por su nuevo rol de centro de poder, la proyección hacia Asia Oriental se ha configurado como un reto permanente de la acción exterior española. En el ámbito económico, la subrepresentación es evidente. España está 10 puntos por debajo de la media europea de exportaciones a Asia. Más concretamente frente a los 68.308 millones de dólares de Italia o los 54.328 millones de dólares que Holanda, las exportaciones españolas al conjunto de Asia fueron de 26.478 millones de dólares[1]. La diferencia con Reino Unido, Francia o Alemania es, como puede suponerse, mucho mayor. Esta falta de presencia en la zona más dinámica y de mayor crecimiento del planeta – y que, también, se constituye una de las principales áreas de innovación- supone un importante riesgo estratégico para la economía y las empresas españolas y, por ende, navarras.
Este nuevo rol de Asia Oriental se debe, fundamentalmente, al peso que ha ido ganando China. Primero en los flujos del comercio internacional, luego rivalizando con Japón como potencia regional y, finalmente, como actor mundial gracias a la dinámica de sus inversiones y a sus proyectos de conectividad intercontinental. El paradigma de estos últimos es el conocido como Nueva Ruta de la Seda. Un proyecto, por cierto, en el que España ocupa todavía un lugar periférico y territorios altamente dinámicos como el Levante, País Vasco y Navarra pueden quedar fuera de no tener una actitud más proactiva.
China es un actor tan influyente que no puede ser ignorado y constituye, sin duda, la nueva frontera de la empresa española. Puede ser un mercado para nuestros productos y servicios, en él podemos encontrar proveedores, aliados estratégicos, capital o tecnología pero, también, el gigante rojo y sus empresas pueden ser una potencial fuente de riesgos críticos.
“Pero, si no tengo negocios con China ¿cómo me afecta a mí esto?” Esta suele ser una de las cuestiones recurrentes que suelen hacerme empresarios y directivos, a los que suelo invitar a la siguiente reflexión: “no contemplar las transformaciones que están ocurriendo en China -ya a la cabeza de algunas tecnologías estratégicas de la Cuarta Revolución Industrial- puede suponer perder oportunidades de negocio; más grave, sin embargo, es el hecho de que el crecimiento de la RPCh y el dinamismo de las empresas chinas en el mercado global puede ser un riesgo para su compañía. Una amenaza en sus mercados exteriores, pero también en su mercado local. Muy pronto -si no lo está haciendo ya- estará compitiendo o aliándose con una empresa china. En ese sentido, la pregunta correcta que usted debe hacerse es ¿estoy preparado?”
[1] Datos consolidados de 2016. Fuente: Datacomex
Fuente de la imagen: https://elordenmundial.com