De un tiempo a esta parte, cada vez que el nuevo año chino se aproxima, las noticias y actividades sobre China ocupan más espacio en todos los soportes informativos. Esto, por sí solo, es un síntoma de la importancia creciente del Mundo Chino en nuestra sociedad. Hemos entrado en el año del perro. Un signo que algunos marcan como complicado en lo político, en lo económico e, incluso, se vaticinan catástrofes naturales que podrían interpretarse como el “fin del mandato del cielo” para los dirigentes en la República Popular. Otros, sin embargo, aseguran una larga racha de suerte para Xi Jinping. Para gustos los colores.
Más allá del templo, el inicio de un nuevo año es una buena ocasión para asomarse a las tendencias y reflexionar.
Conviene empezar por lo evidente. China es muy grande. Con 102 ciudades de más de un millón de habitantes, alberga 1/5 de la humanidad. Con estas dimensiones, ni debe juzgar el todo por la parte, ni, al contrario, tomar decisiones en base a una serie de datos generales sobre el país. Ambas son prácticas peligrosas en un entorno tan cambiante como el chino. Además, el Mundo Chino es diverso. China es distinta en su interior y en su periferia. No debe perderse de vista Hong Kong, Macao o Taiwán. Esta realidad, y la naturaleza única de cada negocio, debe ser considerada estratégicamente por las empresas a la hora de elegir cual va a ser su lugar de penetración en este mercado. En definitiva, es imprescindible “el análisis concreto de la situación concreta”.
No solo es una cuestión de tamaño y diversidad: el Mundo Chino va por delante en aspectos clave de cuarta revolución industrial como la digitalización o la movilidad. El caso de la República Popular es paradigmático en el desarrollo de sectores como la automoción basada en nuevas energías. El gobierno chino tiene marcada una agenda de futuro centrada en el desarrollo de tecnología propia. Cuando se habla de la Nueva Ruta de la Seda no se suele citar uno de los aspectos que más deberían preocupar a los decisores públicos y privados: su uso como canal de exportación de los estándares tecnológicos chinos de alto nivel, como ya está pasando con la alta velocidad ferroviaria.
Esto nos lleva a otro importante aspecto: la República Popular como actor global. Sin entrar en los dimes y diretes de la geoestrategia, todo apunta a que el dragón asiático incrementará su presencia en los mercados internacionales. Lo hará compitiendo en segmentos cada vez más tecnológicos y a través de inversiones. El anverso de esta tendencia es una mayor sofisticación de China como mercado. Es decir, mayores oportunidades para vender servicios y productos de valor añadido en un país difícil, pero siempre abierto a nuevas propuestas tecnológicas y que, por otra parte, es también un mercado en constante incremento de capacidad de compra.
El Mundo Chino debería estar en la agenda de instituciones y empresas tanto por las oportunidades como por la amenaza que representa. En la dinámica de competencia, las empresas españolas pueden -si no se preparan para ello- verse desplazadas de sus mercados exteriores. Pongamos como ejemplos el interés creciente de China por el sector energético indio, la acción de lobby que llevan a cabo entidades como Cámara de Comercio y Tecnología México-China o, la cada vez mayor presencia de las empresas chinas en el principal destino de las exportaciones de España: Europa. Como muestra, la reciente posición dominante en Mediapro de Orient Hontai Capital. Por cierto, que el papel de la inversión china en el viejo continente está dando mucho de qué hablar.
Ante esta situación -por usar un símil deportivo- se puede jugar usando el cerrojo o catenaccio de Helenio Herrera o al ataque, moviendo el balón que diría Cruyff. El juego defensivo -el proteccionismo- ya hemos visto, a lo largo de la historia, a donde nos ha llevado. Para jugar al ataque hace falta que Administraciones, empresas y organizaciones patronales, se doten de herramientas que maximicen oportunidades y minimicen riesgos.
El año del perro, dicen los augures, será movido. Algo deben tener de razón, es el signo de Trump y el de Elvis ambos tienen tupé y les va la marcha. Veremos.
*Este artículo fue publicado en Navarra Capital con el título "La empresa navarra y el Año del Perro" el 19 de febrero de 2018.